Tipos de frío en el transporte de productos refrigerados

El adecuado conocimiento de las herramientas para mantener las condiciones térmicas ideales es fundamental para garantizar la integridad de las mercancías.

 

Conocer las características de los artículos es imprescindible a la hora de afrontar su distribución. Sin embargo, cuando hablamos de transporte refrigerado, es importante indagar en las condiciones de los vehículos y contenedores que los trasladan.

Gracias a ellas, se consigue garantizar el correcto mantenimiento de los productos, en las condiciones adecuadas y a su temperatura óptima.

Sin embargo, para poder realizar un uso adecuado de las herramientas que garantizan dichas condiciones, es imprescindible conocer los tipos de frío encargados de generarlas.

 

Frío pasivo y frío activo

El frío pasivo hace referencia al empleo de un empaquetado isotérmico específico para cada artículo. Con ello se garantiza una mayor protección y condiciones estables de temperatura durante un tiempo determinado.

A través del uso de estas herramientas, los productos termolábiles corren menos riesgos, ya que no importa cuántas veces se abran los vehículos en los que son trasladados. Al contar con un embalaje individual, están seguros en todo momento y se consigue un seguimiento total del estado de los mismos.

El frío activo, en cambio, hace referencia al acondicionamiento de los propios medios empleados en el transporte. De esta manera, desde furgonetas a camiones, los vehículos son transformados en cámaras frigoríficas.

En este modelo, los productos mantienen la temperatura marcada por el vehículo.

 

¿Qué alternativa es mejor para el transporte a temperatura controlada?

La alternativa adecuada para un transporte a temperatura controlada es aquella que mejor se adapte a las características de los productos a transportar. Por ello, es imprescindible conocer cuáles son las debilidades y fortalezas de ambos tipos de frío.

 

Ventajas y desventajas del frío activo

Empezando por el frío activo, este presenta un menor coste a medio plazo, además de una menor complejidad en la preparación de los pedidos. Su capacidad de realizar un transporte directo, puerta a puerta y en cargas completas, también lo hace ideal para productos con un amplio margen de tolerancia fuera del rango de temperatura. Ello permite, a su vez, un mayor volumen de carga.

Sin embargo, entre sus desventajas encontramos una serie de factores relevantes. Durante las tareas de carga y descarga, este sistema puede llevar a la rotura de la cadena de frío ante las variaciones de temperatura. Además, si se produce una avería en el vehículo o en el sistema de refrigeración, puede verse afectada toda la carga. Así mismo, presenta dificultades y requiere de inversiones adicionales para poder transportar productos que requieren de diversos rangos de temperatura.

 

Ventajas y desventajas del frío pasivo

Por su parte, las ventajas del frío pasivo beben de las desventajas del activo. En este sentido, soluciones como las placas eutécticas, el hielo seco, la nieve carbónica y el nitrógeno líquido evitan que se produzcan variaciones y posibles roturas de frío en la carga y descarga. Además, el embalaje también protege de las inclemencias climáticas, haciendo que, de producirse una avería en el vehículo, esta no afecte a la carga.

Mediante el frío pasivo no existe criticidad en el proceso de recepción en el destinatario final; los embalajes se pueden limpiar y descontaminar de forma más sencilla; se puede realizar transporte multimodal (terrestre y aéreo) sin rotura de cadena de frio; y es más rentable a medio plazo por una mayor reutilización de los embalajes.

De todas formas, también cuenta con ciertas debilidades. Los costes son más elevados a corto plazo y suponen una mayor complejidad en la preparación de los pedidos. Así mismo, requiere de un mayor control de stocks de los embalajes y permite trasladar un menor volumen de carga.

 

Adaptación al futuro

A la hora de hablar de los tipos de frío y sus aplicaciones, es importante tener en cuenta el proceso evolutivo en el que se encuentra inmerso el sistema de distribución.

En este contexto, conceptos como el ahorro de costes y la sostenibilidad cada vez ganan más peso a la hora de elegir una solución u otra. Así, mientras el frío activo supone reducir el uso de materiales de embalaje individualizados y adaptados a cada producto, el pasivo permite crear sinergias con otras rutas establecidas al no requerir de vehículos especiales, generando un ahorro de mantenimiento.

En definitiva, ambos tipos de frío son capaces de responder a las necesidades de la industria. Sin embargo, es importante tener en cuenta sus características para contar con la herramienta adecuada que garantice la seguridad de la mercancía que se transporta al mantener los rangos de temperatura requeridos.

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